Somos procesos límites, proyecciones
espacios muertos, vacios,
círculos indescifrables, ríos vertiginosos
que en pocas horas se desagotan
y pierden su construcción vital.
Se desahogan los pesares y esconden
entre las personas, vulnerables,
ágiles a todo tipo de escapes
incontinentes al grito de la multitud
que pasa desapercivida, cumpliendo su objetivo,
creando falsas huellas y enmascarando la sed
de lujuria y libertad desenfrenada.
La carne nos llama, y estamos atados
a tiempo y lugar, creando caos y evadiendo instinto.
Somos tan mártires como culpables de que
no haya motivos que alcancen el sentido
ni penas que se atrevan existir.
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